PUBLICADO POR :: FRANCISCO ALEMÁN C.
A menos de 24 horas de que el presidente de la nación, Sebastián
Piñera Echeñique, mencionase en la Cuenta Pública la
aprobación de una ley que condena la discriminación arbitraria; aun cuando
dicha ley se tramitó forzosamente tras el asesinato del joven Daniel
Zamudio (24 años), nos despertamos hoy con otra noticia que habla de
violencia, de ejercicio desmedido de la fuerza y sobre todo, de irrespeto al
ser humano.
Éstos son los hechos, señoras y señores: el Ejército de
Chile, acaba de tirarle una sonora trompetilla a las vibrantes frases del
presidente, respecto a la Ley anti-Discriminación. De poco valió lo dicho
ayer por el mandatario, si hoy, pasadas las 4 de la madrugada, tres
soldados del Primer Regimiento de Infantería de Buin, vestidos de civil, agredieron
verbal y físicamente a un miembro de nuestra comunidad, dejándolo con heridas y
lesiones de diversa consideración, a la salida de una discoteca del Barrio
Bellavista.
Primero lo trataron de “maricón de mierda”. Se lo
gritaron de esquina a esquina, a él y a sus acompañantes, en plena calle.
También les gritaron que los matarían y ante la respuesta lógicamente
airada del agredido, los tres “profesionales” del Ejército de Chile arremetieron
contra él, pegándole patadas y puñetazos. Eran tres contra uno, pero no
solo hablamos de abuso en cuanto a superioridad numérica. A los soldados
se les entrena para la guerra, para el exterminio, para aniquilar al
adversario.
Los soldados de infantería hicieron lo que mejor saben
hacer: intentar aniquilar al contendor, en este caso, porque el hombre se
atrevió a responderle los insultos. La víctima simplemente se cansó de que las
calles no puedan ser para todos y todas, de que en cada esquina de ciertas
zonas de la ciudad florezcan cual mala yerba grupos homófobos de todos los
credos.
El precio que pagó puede apreciarse en parte en las fotos
que publicamos. Una sutura de cinco puntos en la ceja, magulladuras, excoriaciones
y contusiones en las extremidades.
Luego de la golpiza, ya que la policía inicialmente no quiso
detener a los agresores, la víctima tuvo que imponerse, a fuerza de
invocar el nombre de nuestra radio y amenazar con un escándalo en las redes
sociales. De no ser por ello, los violentos milicos jamás habrían sido
detenidos, ya que, como se pudo apreciar durante el proceso, la policía de
Carabineros y los militares se trataban con sospechosa familiaridad dentro de
la de la 19 Comisaría de Providencia, lugar al que fueron derivados los
detenidos y víctimas.
Extrañado por tal hecho, el acompañante del agredido indagó
con una carabinera sobre la tan notoria amabilidad de los unos con los otros.
Le preguntó directamente a una carabinera, que dijo ser “la Sub-teniente Candia ”.
La que sigue, por descabellada que parezca, fue la respuesta de la Sub-teniente : “Ellos(los
militares) no son carabineros como usted cree. Ellos son militares, pero
los contrata una empresa civil para garantizar el orden en la zona. Ellos
trabajan para esa empresa privada”.
¿Militares trabajando para una empresa privada?
Como pudimos comprobar por boca de otros carabineros y por
los mismos datos entregados por los militares, la mujer mintió. Nos
alegra que así haya sido. De otro modo deberíamos inferir que las calles de
Santiago estarían siendo “ordenadas” por grupos paramilitares sub-contratados
por empresas privadas. Estaríamos viviendo como en Irak o Afganistán,
sin que nadie se hubiese tomado la molestia de comunicárnoslo.
De todas maneras quedó claro que entre uniformados se
entienden. Era cosa de verlos conversar como grandes amigos.
Niegan agua al lesionado
Durante la detención, que duró unas dos horas, se le negó
agua al lesionado. Cuando la pidió le dijeron que no había, que la llave estaba
rota, que no podría tomar agua hasta que se fuera de la comisaría. Ni por
conmiseración le acercaron un vaso con el preciado líquido.
El broche de oro
Es nuestras indagaciones, comprobamos que el Primer
Regimiento de Infantería no radica en Buin, sino en Recoleta (extraña
coincidencia). Tomamos contacto con la entidad, pero, luego de una serie de
derivaciones telefónicas, nos devolvió el llamado alguien que dijo ser “El
comandante del batallón”.
No revelaremos el contenido de lo conversado, aunque nos
gustaría, porque el susodicho comandante se negó a darnos su nombre y
apellidos. También nos “sugerirnos” que dejáramos que primero se
pronunciara la justicia civil antes de publicar la nota. Una fuente así no
suele ser confiable en términos periodísticos. Ni siquiera tenía un correo
electrónico al que enviarle la información que publicaríamos. Tampoco conocía
el significado de LGBTI. Tuvimos que explicarle por teléfono.
Olvido voluntario
Cuando me refiero a “la víctima” o “el agredido”, hablo en
primera persona. Soy el de las fotos. Mi nombre es Francisco Alemán Casas y
llevaré este asunto hasta las últimas consecuencias. No tengo miedo dar la cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario