Por: Milan Mauricio Grušić Ibáñez. ¡No me gusta la fruta…!
Provincia Imperial, Chile, 7 de abril de
2012.
En tiempos pretéritos, la
discriminación acompañó al ser humano para ayudarlo a elegir, evaluar y
analizar las cosas desde diferentes puntos de vista.
Los neandertales discriminaban
muy a menudo, para expresar sus gustos de forma clara. “Esta neandertal tiene
el trasero grande y no se lava la entrepiernas, ¡que guapa que está!” o “esa
neandertal no tiene tantos dientes y mi “pepito” no correrá peligro si me hace
una felación”. Diferentes puntos de vista de los primitivos en esos tiempos
hicieron entender que la discriminación nos acompañaría por toda nuestra
existencia humana.
A medida que el hombre
evolucionaba y se concentraba en grandes grupos sociales, la discriminación se
fue acentuando a niveles más extremos, al punto de caer derechamente en la
“exclusión”.
De esta forma los poderosos
podían imponer sus formas de pensamiento, religiosidad y gobierno a los más
débiles. Los que no compartían estas posiciones tenían dos alternativas, la
confrontación directa o la marginación total.
Así, durante miles de años, se
fue desarrollando nuestra cultura a través de la exclusión de aquellos que no
lograban asimilarse en las sociedades establecidas.
Una gran historia bíblica nos
cuesta que, en un pueblo llamado Sodoma existía la curiosa práctica de dar por
culo a todo visitante. Habían muchos que les encantaba ir de visita todas las
semanas, otro definitivamente preferían ir al villorrio del lado y unos pocos
preferían quedarse alejado de toda ciudad. Sin duda, eso es una discriminación
en todo el sentido de la palabra. Un día, cuenta la leyenda, un par de ángeles
visitaron Sodoma, creo que no lo pasaron muy bien. Con el trasero adolorido
fueron a quejarse con el Todopoderoso y este se molesto tanto que hizo
desaparecer a Sodoma en una gran bola de fuego. Eso desde cualquier punto de
vista es una exclusión, no sólo de territorio, sino de la vida misma.
Creo que desde allí, muchos
grupos religiosos tomaron la costumbre de excluir a todo lo que no se parecía a
ellos. Hebreos que excluían a los paganos, cristianos que excluían a los
hebreos, musulmanes que excluían a los cristianos, cristianos que excluían a
judíos y judíos que excluían a musulmanes. Todo con el beneplácito del Eterno,
según ellos.
Pero, las exclusiones únicamente
no se dieron en temas religiosos, sino que también en temas raciales,
socioculturales, ideológicos, físicos, económicos y de género.
¿Cómo no recordar la historia
reciente del siglo XX, donde muchas guerras estallaron por conflictos económicos,
raciales e ideológicos? Aunque las guerras del siglo pasado fueron encabezadas
por situaciones ideológicas, hubo una que marcó la pauta en los llamados
conflicto racial, dejando millones de muertos por el intento de superponer una
raza por encima de las otras.
Hoy en día, esos conflictos se
mantienen con países tercermundistas o en la Palestina , donde por
motivos raciales un grupo de europeos de religión judía pretenden ser los
dueños de un territorio que les pertenecía a los palestinos.
Pero no sólo de guerras
excluyentes vive el hombre, también de la exclusión de género.
Desde la romanización del
cristianismo y la adopción del derecho romano en ésta, ha llevado a la
exclusión de la mujer en todo órgano de poder, haciendo de ésta una práctica
por todo gobierno y grupo religioso por más de dos mil años en occidente.
La mujer no piensa, la mujer es
sinónimo de pecado, la mujer es tentación, la mujer está para procrear, la
mujer es un lastre, la mujer…… En algo tenían razón, pero en lo general se
excluía a un género que estaba plenamente capacitado para ocupar todas las
instancias de poder de cualquier grupo humano. Lamentablemente, ese dominio del
hombre llevo a la creación de una sociedad poco tolerante y aceptativa de las
diferencias que existen en un mundo repleto de contrastes.
En la segunda mitad del siglo XX,
la lucha no pasaba por si eres hombre o mujer. Cada día que pasaba las mujeres
iban ocupando el lugar que se les fue arrebatado por milenios. Las mujeres
mostraban que eran algo más que un par de tetas, también tenían capacidades
para realizar cualquier trabajo o administración. Además yo prefiero los
traseros redonditos y grandes… ¡Sí! También me gustan las tetas grandes…
Casi en el mismo tiempo un nuevo
conflicto de género se ve nacer en nuestra sociedad occidental.
Siempre existieron, siempre
fueron parte de la humanidad y de la propia naturaleza del hombre, pero siempre
fueron ocultados y rechazados. Me refiero a los otros géneros como
homosexuales, lesbianas y transgéneros que nos llevaron al entendimiento que no
eran dos, sino cinco géneros en el humano, que siempre estuvieron con nosotros
y nos acompañaron en la propia evolución de la especie.
Grupos fundamentalistas, de las
religiones de raíz abrahámica, se han empeñado en señalar al mundo, sin base
científica, que la homosexualidad, el lesbianismo y los transgéneros son un
grupo de pervertidos que buscan acabar con la sociedad fundada en la moral y
ética judío-cristiano-románico. También esbozan la predicción del término de la
familia; es decir, papá, mamá e hijos.
Sin duda que los cristianos
romanos han llevado la batuta en el descrédito de los gays en el mundo. Señalándolos
de enfermos, pervertidos e igualándolos a patologías clínicas como la
pederastia, la zoofilia o la necrofilia. Cualquier persona poco culta podría
sentirse horrorizada con tal planteamiento y de seguro querría acabar con esos
degenerados que sólo buscan penetrar su culo en algún momento de distracción.
Afortunadamente, la ciencia ha
dado muchísimas luces para descifrar las dudas en referencia al sexo, género y
sexualidad del humano. No necesitamos la “luz divina” para darnos cuenta que hoy
la iglesia romana trata de culpar a los homosexuales por los problemas de
pederastia que existen en el seno de su institución.
Estamos comenzando el siglo
dándonos cuenta que el humano es heterogéneo, que nuestras diferencias nos
hermanan y no nos desunen, que las familias no deben ser la copia fiel de la “sagrada
familia”, que el individuo no es superior a una mujer o a otro género, que la
vida privada debe ser “vida privada”, que los estados no deben de controlar la
sexualidad de los humanos, que mi trasero tiene dueño y yo hago lo que quiera
con el.
¿Quién pensaría que a principios
del siglo XXI estaríamos debatiendo el tema del matrimonio gay? El sólo hecho de debatirlo nos hace mas
evolucionados mentalmente, que hace treinta, cuarenta o cincuenta años atrás…
Yo, en lo particular, estoy en contra
del matrimonio gay, creo que el matrimonio es uno sólo y es una institución del
estado que debe de mantenerse tal cual, salvo que soy un convencido que un
estado no debería preguntar a una pareja si son de sexo opuesto o no, al
momento de efectuar la ceremonia civil. Una pareja gay debería acceder al mismo
matrimonio clásico sin ningún miramiento, y con todas las responsabilidades del
caso. ¿Por qué crear un matrimonio especial para un género determinado?, ¿Acaso
no todos somos iguales ante la ley? En este último, punto podría señalar que
aun en nuestras constituciones existe la exclusión de grupos, por el único
hecho de no comulgar con la religión oficial y eso que la provincia imperial
chilena es, supuestamente, laica.
Cuando las ideologías y las
religiones promueven el odio a determinado grupo humano, hay sólo una
alternativa, excluirlos de raíz. El proselitismo religioso es una gran lacra en
occidente, siempre tratando de manipular en base a mentiras sobre como debemos comportarnos
en lo privado. La incitación religiosa a grupos ideológicos extremos
conservadores está poniendo el tema de la “no discriminación de género” en una
verdadera batalla galáctica, en la que el vencedor se quedará con el planeta
tierra y los perdedores serán exiliados a Omicrom Persei 8.
Cuatro mil años de cultura
monoteísta en el mundo, dos mil pertenecientes al cristianismo y al Islam. Y en
todo este tiempo sólo hemos visto proselitismo religioso, fundamentalismos
extremos, genocidios, guerras, mentiras, depravaciones, manipulaciones, mafias
y acumulación de riquezas de unos pocos patriarcas en desmedro de los que hoy
no tienen que comer.
Ese odio del que hablo
se vio reflejado el 2 de marzo de 2012 en las calles de la gobernación de
Chile.
Daniel Zamudio, un joven de
veinticuatro años fue brutalmente golpeado, torturado y marcado su cuerpo con
svásticas. Se mantuvo en coma profundo por casi tres semanas, hasta que el 27
de marzo, su débil cuerpo decidió descansar para siempre de la crueldad del
hombre.
El joven era un chiquillo bueno,
reconocido por su familia, amigos y vecinos como un muchacho de bien, pero para
algunos grupos era visto como enfermo y depravado por su condición de género.
Esta situación, al parecer, llevo a cuatro jóvenes a tomar la ley divina en sus
manos y excluirlo de la sociedad de la manera más barbárica y despiadada.
Esto causó conmoción en la
sociedad chilena y levantó el debate respecto a la homofobia en el país y la
falta de una ley antidiscriminación relacionada con este tipo de crímenes.
La derecha fascista y
conservadora ha visto, con agudeza, que esta ley que se pretende legislar pueda
ser la entrada del matrimonio gay y una suerte de discriminación religiosa, o
por lo menos de sus postulados fanáticos en referencia a la discriminación de
género. Una verdadera vergüenza para los que conocemos a estos políticos
fascistas y a esta iglesia genocida.
El vocero del Movimiento de
Integración y Liberación Homosexual (Movilh), Jaime Parada, calificó
a Zamudio como "un mártir ciudadano de las minorías sexuales,
después del triste deceso del joven.
“El asesinato de Daniel Zamudio es sólo el
último recordatorio de la gravedad y prevalencia de la violencia homofóbica, la
cual, el más reciente reporte del ACNUDH indicó existe en todas las regiones.
Esta vez ocurrió en Santiago de Chile, pero puede ocurrir cada día en las
calles de pueblos y ciudades de todo el mundo”.
Rupert Colville, vocero de la Oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 30 de marzo de 2012.”
También aparecieron comentarios
opuestos al dolor que estaba sintiendo una nación entera, como fueron los
dichos del abogado Jorge Reyes, representante de la agrupación Red por la Vida y la Familia y cercano al
partido Unión Demócrata Independiente (UDI), afirmó que “si la sociedad
conociera la vida de Daniel Zamudio opinaría distinto” pues el joven habría
estado alcoholizado al momento del ataque y había sido expulsado de su casa,
finalizando con que en Chile existía una “visión romántica sobre la
tolerancia”. ¿Qué mas se puede pedir a un fundamentalista del Opus Dei que de
seguro creció con una fotografía de Augusto Pinochet en su cuarto?
Hoy la ley se debate en el
congreso de la gobernación de Chile, en una lucha entre los que quieren hacer
realidad esta ley y los que defienden intereses religiosos. La batalla por la
no discriminación continúa en Chile, dejando ver los oscuros intereses de la
política criolla a la vista y paciencia de los electores que ya están cansados
de tanta basura.
Según el Servicio Médico Legal
(SML), a través del doctor Patricio Bustos, señaló que las pericias arrojaron que
la causa de muerte de Daniel fue un traumatismo craneoencefálico provocado por
las severas lesiones que recibió en su cabeza durante el ataque.
Ernesto Vásquez, fiscal a cargo
investigativo, requirió la formalización de los imputados (Raúl López
Fuentes, Alejandro Angulo Tapia, Patricio Ahumada Garay y Fabián Mora) por el
delito de homicidio frustrado. Asimismo, solicitó su prisión
preventiva, medida que fue concedida por los juzgados criollos; y, sin embargo,
tras la muerte del joven, se espera que el delito sea recalificado por
la fiscalía, a homicidio calificado en grado de consumado, el
delito más grave que contempla el ordenamiento jurídico chileno.
Un joven ha muerto, y somos
muchos los que sentimos que el corazón se nos partió en dos. ¿Cómo es posible
que el odio y la ignorancia puedan engendrar tanto dolor a un pueblo que hace
años busca sanar sus heridas?
Hace milenios fueron los
cartagineses, luego fueron los celtas, después los musulmanes, a posterior los
comunistas y hoy nuevamente los musulmanes… Pero en provincias como la nuestra
lo que perseguimos es la diferencia, a los que no se dejan atropellar por una
religión o ideología de odio, a los que deciden vivir en base a sus propias
ideas, a los hombres, mujeres, gays, lesbianas y transgéneros “libres”.
Yo podría haber sido padre de
Daniel, y su género no habría sido impedimentos para quererlo. Yo pude tocar la
mano de Iván, el padre de Daniel, nunca olvidaré su mirada.
Chiquillos lindo, jamás te
conoceré, pero siempre te recordaré. No será un hasta nunca, sólo un “allí nos
vemos” y te regalaré un beso.
¡Salud y apostasía, y un porrito cada día!
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