EL GOBIERNO QUIERE DECLARARLE LA GUERRA , AL PUEBLO MAPUCHE Y
A LOS MOVIMIENTOS SOCIALES, “CRIMINALIZANDOLOS POR MEDIO DE LA LEY HINZPETER ” EN
MEDIO DE LAS LLAMAS: VIOLENCIAS E HISTORIAS EN TERRITORIO MAPUCHE. NO OBSTANTE
LO ANTERIOR, HA IDO SURGIENDO UN CONSENSO MAYORITARIO EN TORNO A LOS HECHOS
OCURRIDOS A SUS RAÍCES HISTÓRICAS, ASÍ COMO EN RELACIÓN A LOS POSIBLES CAMINOS
PARA LA SUPERACIÓN DE
LA CONFLICTIVIDAD
HOY EXISTENTE EN LA ARAUCANÍA.
Estos señores del gobierno no han leído nada, no conocen la historia, responden
exactamente como no hay que responder, militarizando la zona, haciéndola subir
de tono en lo judicial y policial, dándoles la excusa perfecta a los grupos
violentistas para denunciar que acá se está instalando un Estado del terror
contra el pueblo mapuche, un Estado militar y policial que no es capaz de
responder las demandas sociales.
La historia de cuerpos humanos pulverizados por el fuego en el sur del país no
comenzó el 4 de enero. Basta citar un testimonio de principios del siglo XX, en
el cual el Lonko Pascual Coña, en su Testimonio de un cacique mapuche, cuenta
lo siguiente: “También oí decir que en Nehuentue, al otro lado del río Cautín,
había un chileno de nombre Patricio Rojas. Ese monstruo tomó presos a los
mapuches, los encerró en una ruca y la atrancó. Luego prendió fuego a la ruca y
exterminó a los indígenas en las llamas.”
Basta esta imagen para develar la violenta historia del arribo de colonos
criollos, alemanes y de otras raíces europeas en tierras Mapuche, bajo el
amparo del Estado chileno y su ejército entre 1862 y 1885. Basta esta imagen
para captar que la repudiable muerte del matrimonio Luchsinger-MacKay
constituye un eslabón en una violencia que históricamente ha marcado la región.
Basta esta imagen para darnos cuenta que el “terrorismo” lo comenzó el Estado
chileno en la segunda mitad del siglo XIX, cuando invadió militarmente
territorios Mapuche, amparando militar y para-militarmente el arribo de colonos
extranjeros y criollos a establecer fundos desde el Bío-Bío hasta Osorno. Esta
es la oscura historia que les desgarra a Mapuche y a Chilenos, no producto de
animosidades “intrínsecas” entre pueblos¬, lo que sería burdamente racializar
el asunto, sino de las políticas de las elites en sus afanes de “lucrar” en el
gran negocio de expandir el estado-nación.
El pasado 4 de enero aparecieron en los medios los representantes
gubernamentales con una actitud que, una vez más, evocaba a los oligarcas del
siglo XIX, anunciando su política de “ataque frontal”. Asimismo, sus más altos
personeros prontamente visitarían el sector de Vilcun. Me pregunto, ¿se hizo el
mismo gesto a nivel estatal cuando fue asesinado el joven Mapuche Alex Lemun y
muerto Zenón Díaz Necul bajo el gobierno del ex-Presidente Lagos? ¿Hizo lo
mismo el gobierno de la ex-Presidenta Bachelet cuando fue asesinado el joven
Matías Catrileo en el mismo sector de Vilcún, por una bala del arma del cabo
Walter Ramírez, quien resguardaba la propiedad de Jorge Luchsinger, miembro de
la familia hoy en el epicentro de los hechos?
¿Han hecho lo mismo los gobiernos de la Concertación y la actual administración del
Presidente Piñera y la Alianza
cuando se ha sabido de la inhumana represión sobre mujeres, niños y niñas,
ancianas y ancianos y familias Mapuche en zonas de “conflicto” donde muchos y
muchas personas Mapuche han terminado en hospitales, indiscriminadamente en
manos policiales o sometidos a largos encarcelamientos? ¿Por qué personeros del
Gobierno hoy hablan de “víctimas de la violencia” para referirse exclusivamente
a los “agricultores” de la zona, ignorando la suma de violencias perpetradas
contra el Pueblo Mapuche desde el Estado chileno?
La política de “ataque frontal” anunciada el 4 de enero por el Gobierno actual
en Chile ha puesto el énfasis en una respuesta efectista para complacer al
sector para el cual este gobierno parece exclusivamente “actuar”: los dueños de
fundos y el empresariado chileno y transnacional de la industria forestal.
Allí, al seno de los círculos locales ligados a estos sectores, de seguro que
ya se sienten validados para incentivar grupos para-militares y amenazar con
acciones revanchistas al margen de la tan mentada “ley” del propio Estado. Cabe
preguntarse, ¿cuál es la responsabilidad de un gobierno en estas
circunstancias?
Es repudiable lo ocurrido al matrimonio Luchsinger-MacKay. Es urgente
determinar las causales de sus decesos, pero asimismo es hora que se haga
justicia con nuestros muertos Mapuche, como asimismo con otras tantas muertes
que, en un contexto de hostilidades Chileno-Mapuche, han quedado en una
nebulosa desde el 2001 a
la fecha. No me corresponde indicar soluciones aquí porque repetiría el error
que se ha venido cometiendo en torno a la problemática, cual es lanzar
soluciones “desde arriba.” La implementación de efectivos mecanismos de
consulta y diálogo es ineludible, siguiendo lo que, en estas materias,
importantes referentes de la juridicidad internacional establecen, como el
Convenio 169 ya suscrito por el propio Estado chileno. En otras palabras, antes
de decidir desde las altas esferas el qué hacer, importará mucho el cómo se
establecen las condiciones para un debate en varios niveles, con las diferentes
comunidades, en forma multilateral y abierta. El gran error de las
administraciones de la
Concertación y del actual gobierno ha sido el autoritarismo
estatal, al imponer marcos institucionales demarcados a conveniencia,
decidiendo verticalmente con quiénes hablar y con quiénes no, erigiendo
“representantes Mapuche” funcionales a sus pre-definidas agendas, repitiendo
así una larga tradición de clientelismos y relaciones coloniales en la cultura
política chilena. De seguro que, con nuevos métodos pluralistas de debate, con
respeto a las tradiciones nuestras del trawün, todo tomará más tiempo, a lo
mejor más de un gobierno, dadas las dimensiones históricas de la realidad en
juego. Pienso que este sería definitivamente un camino más efectivo y duradero.
En los acontecimientos recientes nos hemos visto enfrentados no solamente a un
aislado hecho de violencia sino que a una serie mayor, a una tragedia aún más
grande: la realidad de una violencia histórica y un pueblo Mapuche siempre
postergado, ante gobiernos chilenos que eluden una y otra vez la desgarrada
historia que subyace tras estos hechos y que requiere enfoques de mediano y
largo plazo. En estos días, se ha optado, sin embargo, por el lenguaje
precipitado y encendido—como se dramatiza en los ministros Chadwick (Interior)
y Mayol (Agricultura), optándose por la lógica policial del “ataque frontal”:
un deseo de guerra y sangre del que largamente han profitado las elites de este
país. Las “’llamas” de una violencia histórica no se apagan con más fuego.
El comportamiento del gobierno es inadmisible. Impulsar un proyecto de ley como
la que recibe el nombre de Ley HINZPETER, es una burla al pueblo Mapuche y a
las clases sociales chilenas. Nadie puede admitir de ser privado de manifestar
su desacuerdo que el pueblo de Chile acostumbra exponer de manera bastante
cívica mientras que se les dan palos, les abren la cabeza, los mojan con aguas
químicas y los encierran para atentar sexualmente contra el pudor y la moral de
los niños y niñas en el secreto de los cuarteles y comisarías. Es hora que el
descriterio y la falta de instrucciones generalizadas de la clase gobernante,
ceda el paso a una actitud constructiva que considere los innumerables tratados
y acuerdos que Chile ha firmado en la esfera internacional en sus intentos de
pasar por un país civilizado. El tratamiento dado a los mapuches y a los
estudiantes lo demuestra. El proyecto mordaza, atentado a la libertad de
expresión y de acción ciudadana en los ágora, derechos consagrados ya desde la
época de Aristóteles, es sencillamente la negación de toda democracia y de toda
civilización.
Audito Saavedra Martínez
Vice-Presidente Regional
Región de la
Araucanía
Colegio de Profesores de Chile A.G.
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