Querida familia, amig@s , compañer@s:
Les escribo desde el fin del mundo, un lugar al cual hemos
llegado después de andar cinco horas en auto desde Coyhaique y en la
lancha de nuestro querido amigo, después de casi una hora de travesía.
No sé si les llegara este mensaje ahora, el Internet
satelital no es demasiado poderoso para una carta como esta.
Hace fío, estamos en la base sur del Campo de hielo norte,
una de las reservas de agua dulce de Sudamérica.
Los únicos sonidos que escucho son los ríos allá a lo lejos,
el paseo de las hojas sobre el piso de cerámico, el canto de algunos Caiquenes
y Bandurrias. Parece todavía invierno, los árboles apenas tienen brotes, los
pinos, casi único verdor de este paisaje frío. La nieve muy debajo de los
cerros, el lago de un color glaciar, completamente en calma.
Pensaba escribirles sobre la vista y el sonido del
silencio. Observo el vuelo de un gran búho gris, pensando en
ustedes. Movimiento que se deja llevar por el aire, aleteo lento, pausado,
absolutamente mudo.
Este silencio me impactó por el contraste que vivimos:
la vida loca que escucho como siempre por la radio Bio Bio. Las eternas esperas
en los peajes, la aglomeración que imagino en todas partes.
Aquí y ahora, es imposible escuchar nada. Solo mi Pc y la
tecnología lenta de un satélite que quizás me permita enviar algún
mensaje.
Allá podría terminarse el mundo de ustedes y nosotros ni
enterarnos. Siempre digo que si ocurriera un colapso total, ese que predicen
algunos literatos de ciencia ficción, nosotros aquí en este fin del mundo
sobreviviríamos, tendríamos que aprender a vivir de nuevo, a cazar y comer
estos patos que gritan en la playa, tendríamos que cazar y guardar , aprender a
vivir con lo justo.
Pienso entonces en lo suntuario de este mundo enloquecido:
Nuestros niños con jornadas escolares maratónicas y sin creatividad, leyes
absurdas regalan nuestros recursos naturales a los ricos de siempre, el
Estado incapaz de dialogar tira a sus policías contra los ciudadanos. Sensación
tremenda porque hemos retrocedido en nuestra convivencia y tenemos nuevos
enemigos.
El frío en la cara hace bien. El hielo en las manos,
mientras escribo sentada en este lugar mirando el infinito, me hacen sentir
viva.
Me recuerdan también a mi amigo José Asencio, pescador
artesanal que estuvo en huelga de hambre muchos días luchando por lo que
el cree, que volvió de las conversaciones con el Ministro Longeira sin ninguna
respuesta, que retomó la huelga de hambre y que antes de ayer la dejó porque la Comisión de Pesca del
Senado, nos ha confirmado el Senador Horwath, sesionará el 25 de septiembre
aquí en Aysén.
El derecho que tiene José de seguir aportando con su trabajo
de provero al desarrollo del país; pienso también en Iván Fuentes y su familia,
en los integrantes de la mesa Social de Aysén, en todas las personas que han
puesto su esfuerzo. En todos nosotros que seguimos creyendo que un cambio
es posible. También en los que han dejado de creer.
Vienen a mi corazón, esos viejos que ya no están y que con
mirada de futuro plantaron aquí en medio de la nada, estos árboles frutales que
siguen dando la mejor fruta.
Ojala algún día las leyes de la patria, los parlamentarios
que las hacen puedan ponerse verdaderamente del lado de la gente y no sean
masacrados por los poderes del dinero. El día que así sea, ¡Otro futuro podremos imaginar
para nuestros hijos!
Un gran abrazo,
Magdalena

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