Por: Oscar
Andrade
Soy hijo de un entrenador de fútbol y una abnegada dueña de casa. Por lo que a
pesar de que mi padre fue un muy buen entrenador, junto a mi familia nos llevó
a vivir en muchas ciudades y barrios diferentes. Y a mí, a estudiar en 12
colegios y Liceos. Por lo que cuando tuve que decidir mi futuro, no quise
repetir la experiencia nómade de mi padre, el que firmaba contratos anuales de
trabajo. Así que yo rebelándome a la inestabilidad de lo incierto, me incliné
por algo más estable y decidí ser: Un artista chileno.
Bueno, no siempre se cumplen todos los deseos... pero entre sumas y restas,
creo que decidí lo correcto. Seguramente que como jugador de fútbol lo cual era
otra de mis pasiones, ya estaría más que retirado y probablemente habría
acumulado el record de tarjetas rojas, me habría agarrado con Nasur&Segovia
y Cia. y tal vez con unos cuantos más en nuestros principales coliseos
deportivos.
De hecho, en un partido amistoso entre los artistas y lo ex-jugadores del
futbol profesional de nuestro país, recibí amables recuerdos a mi madre por
parte del querido y recordado ""Chino" Arias, en la cancha del
Estadio Santa Laura. A lo cual también de manera diplomática le consulté que me
lo repitiera porque lamentablemente no lo había escuchado bien. Y el
"Chino", muy canchero y experimentado, me confirmó el enorme cariño
que sentía hacia mi parentela, razón por la cual mi piel comenzó a tomar un
suave tono verdoso y le fui a entregar una encomienda de combos al oriental.
Pero, un consejo; Nunca pelees con quien tiene hermanos cerca. Nop! No es buena
idea.
Ya que uno de ellos, me mandó un tremendo combo a la maleta por detrás, con el
cual mi piel definitivamente se tornó de un verde selvático de frentón, y salí
persiguiendo al leal hermano del "chino", el cual al verme convertido
en el mismísimo "Hulk", perdió todo el control de su brújula, debido
seguramente al magnetismo animal, y teniendo una cancha de mas de 100 metros de largo por
casi 70 de ancho, se fue a meter al interior de la portería Sur del glorioso
Estadio, inflando la red!.. Con lo que recordándome de la función que cumplen
las mallas para apalear locos, comencé a darle un tratamiento similar por
algunos instantes, dejándolo en calidad de ceviche.
Pero lo que yo no tenía previsto, fue que la camiseta de mi equipo era de color
amarillo, y sin embargo, a breves instantes de mi culinaria labor, me vi
rodeado de unas veinte camisetas rojas, incluyendo a la reserva y al cuerpo
técnico. Y no es que tuviera alguna especial animadversión contra el comunismo
en ese tiempo, ni tuviera complejo de toro, pero opté por recurrir a la típica
picardía y cachativa del chileno, e inventé de puro inspirado nomás, una nueva
escuela en el mundo de las artes marciales, cuya técnica, aunque carente de
todo estilo, consistió en convertirme instintivamente en un remolino humano de
combos y chuletas varias con un alcance técnico aproximado de 360°. "Dar y
recibir", fue la cristiana premisa en la tremenda gresca que se armó.
El resultado fue, que de los 90 minutos de juego, solo alcanzamos a desarrollar
el amistoso, hasta los 20 de la primera etapa.
Y aunque posteriormente reclamé porque no vi al juez dando por terminado
oficialmente el cotejo, ya que hacía rato se había ausentado inexplicablemente
de la cancha, no pude convencer a mi vestuario de elevar un reclamo formal a la ANFP ni a la FIFA , adonde estaba dispuesto
a llegar. Pero mis colegas artistas, ajenos e ignorantes de toda la inflexible
reglamentación oficial que rige los destinos del fútbol, desistieron de la
idea.
Eso sí, que el mayor de los problemas en camarines, fue en ponerse de acuerdo,
quien de nosotros sería el encargado de ir a devolverles los zapatos de fútbol
que gentilmente el equipo de ex-jugadores profesionales, me había prestado

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